La oración del corazón en San Juan Bautista de La Salle

San Juan Bautista de La Salle nos pide a los Lasalianos ser capaces de «tocar los corazones» tal como él supo «tocar» los corazones de tantos niños, y de tantos maestros, de tantos HERMANOS porque tenía su corazón centrado en Dios, centrado en los primeros Asociados los Hermanos, centrado en la misión de «educar humana y cristianamente a los hijos de los artesanos y de los pobres”.

A ello dirigió todo su esfuerzo, todas sus energías y con ellos se COMPROMETIÓ a la aventura de las «Escuelas Cristianas» intentando en todo momento «Obrar el bien» con una VIDA coherente, dejando que Dios hablara a través de su propia vida y la de los primeros Hermanos, descubriendo en los acontecimientos de su vida cuál era la voluntad de Dios en cada momento y respondiendo hasta las últimas consecuencias con su «Adoro en todo…».

De esta manera engendró toda una nueva vida que ha perdurado y perdura a través de nuestros 300 años de historia, de VIDA. Seguro que también hoy nuestras Fraternidades formarían parte de su atención, seríamos parte de su centro.

UN CORAZÓN

Por sobre todas las cosas cuida tu corazón,

porque de él mana la vida. Proverbios 4,23

La vida consagrada en la Iglesia ha sido y es siempre un relato de gracia para el mundo, es una historia de salvación para quienes tienen la suerte de vivir y de beber en las fuentes de cada una de las “familias carismáticas” que el Señor Jesús ha suscitado por medio de su Espíritu.

El inicio de nuestra Familia Lasaliana fue posible gracias a San Juan Bautista de La Salle; él fue una persona abierta a la acción del Espíritu de Dios, se dejó “tocar el corazón” por el Señor y, en consecuencia supo dar respuesta a cuanto Él le iba pidiendo a partir de los acontecimientos cotidianos. Su corazón latía al compás del corazón de Dios y de los primeros maestros y Hermanos, al compás de los niños y jóvenes más necesitados de su momento.

El Papa Francisco nos recuerda que “el carisma es una gracia, un don prodigado por Dios Padre, a través la acción del Espíritu Santo. Y es un don que es dado a alguien no porque sea más bueno que los otros o porque se lo haya merecido: es un regalo que Dios le hace para que, con la misma gratuidad y el mismo amor, lo pueda poner al servicio de la entera comunidad, para el bien de todos”.

El Señor puso sus ojos en nuestro santo Fundador, sabía que su corazón era noble y moldeable por el amor, sabía que vivía apasionadamente su vocación sacerdotal y que estaba dispuesto a escucharle y aceptarle, en definitiva a “adorar” su voluntad. Por eso le tocó en lo más profundo de su ser y le guió para “mover los corazones” de quienes iban caminando con él. Le regaló la gracia de ser el corazón de un nuevo carisma en la Iglesia y para el mundo.

Hoy todos quienes nos sentimos parte de la Familia Lasaliana nos dejamos también “tocar por el Señor” y sentimos la llamada renovada a ser, juntos y por asociación, “corazón, memoria y garantía del carisma lasaliano”. En nuestro Estilo de Vida reconocemos que “hoy podemos decir que la Fraternidad Signum Fidei nació gracias a una nueva visión eclesial y a la vitalidad del carisma Lasaliano. En este sentido, ha sido y sigue siendo un paradigma para los que hoy desean vivir la Asociación Lasaliana”.

Este es nuestro compromiso heredado del pasado, para encarnarlo hoy y posibilitar muchos años más de vida pues “El carisma lasaliano es un don del Espíritu Santo a la Iglesia con miras a la educación humana y cristiana. Los Hermanos comparten gozosos la misma misión con seglares que se identifican y viven el carisma lasaliano. Juntos aseguran la vitalidad de este carisma, suscitando y desarrollando estructuras de animación, de formación y de investigación, donde cada uno pueda profundizar la comprensión de su propia vocación y de la misión lasaliana”

Mirando al futuro nos preguntamos:

¿Reconocemos en San Juan Bautista de La Salle como inspirador de nuestra vocación Lasaliana? ¿Qué importancia damos a nuestro Fundador en nuestra vida personal?

¿Cómo está presente en nuestras fraternidades?

¿Hasta qué punto dejamos que el Señor “toque” nuestros corazones? ¿Permitimos que verdaderamente Él sea el centro de nuestra vida?

¿Cómo puede nuestra fraternidad conseguir una mayor vitalidad? ¿Cómo cuidamos nuestro “corazón espiritual”, nuestra interioridad?

Hno Antonio Trujillo García.

Equipo de Formación e Identidad colegial

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