La figura y personalidad de La Salle ha suscitado a lo largo del tiempo el respeto y la admiración de historiadores de todas las tendencias. Y nadie puede poner hoy en duda los méritos excepcionales de su obra desde un plano histórico, social y humano.
En un período en que, de hecho, no existía la enseñanza popular, La Salle fue el verdadero fundador de la escuela para todos, tanto de la elemental como para la formación de profesores, de la enseñanza secundaria profesional, de la creación de cursos nocturnos y dominicales para obreros y aprendices, del internado para quienes estaban condenados por los tribunales. Creó talleres de escultura, dibujo, carpintería, prácticas de agricultura, contabilidad, orientación profesional, cursos decapacitación y de rehabilitación psicosocial.
Abrió las primeras escuelas para los niños y jóvenes que vivían en la calle. Introdujo innovaciones importantes en educación: la lección debía ser impartida en grupo, en clase y no individualmente como se venía haciendo. También, se debía enseñar a leer y escribir en la lengua vernácula, el francés, y no en latín. Estos cambios revolucionaron la pedagogía en Francia y, posteriormente, en todo el mundo.
Mostró cómo se debe enseñar y tratar a los jóvenes, cómo ayudarlos y fortalecerlos en la libertad y el espíritu crítico.
La Salle no estaba familiarizado con la palabra ciudadanía pero sí con aspectos muy similares que aluden a la participación de todo individuo en la ciudad, donde aprende a respetar y hacer respetar las reglas que rigen este espacio en un marco de libertad, justicia, participación y solidaridad, y la preparación específica que debe recibir toda persona antes de acceder a la sociedad.
La educación, para La Salle, no ha dejado de tener esa visión holística y es por lo que, a día de hoy, la innovación en la institución nos regala el modelo NCA.